APARICIÓN ANUAL DE LA VIRGEN MARÍA EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, POR LA CONMEMORACIÓN DE LA MADRE DE LA DIVINA CONCEPCIÓN DE LA TRINIDAD

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Contemplen la grandiosidad del Amor de Dios en ustedes y cómo ese Amor es capaz de ir muy lejos; así como Mi Hijo fue muy lejos, más allá de la Cruz.

Contemplen ese Amor en sus esencias, háganlo por las almas que no contemplan a Dios en sí mismas, para que en esta noche el Corazón de Dios pueda ser reparado de todas las ofensas y ultrajes que comete el mundo.

Como Reina del Amor, como Madre que los ama, como la Guardiana de sus almas, les pido que recuerden el poder del Amor de Dios que es invencible e inextinguible, que va más allá de los conflictos y de las guerras, que obra más allá de toda división y disociación.

Este Amor es el que no conoce Mi adversario, y será este Amor Mayor e Infinito de Dios que también algún día lo redimirá; así como Cristo, a través de Su Preciosa Sangre derramada, redimió a cada uno de ustedes, liberándolos del pecado y del error, abriéndoles la puerta de Su Misericordia para que todos pudieran ingresar en Su océano de Compasión y de Amor.

Ante el terrible escenario del final de los tiempos, retornen a la esencia del Amor que está en ustedes y que los creó en el principio, en la Fuente. Así, trasciendan sus propios obstáculos; así, disuelvan sus propias amarguras y tristezas.

En esta noche, reciban con júbilo la Divina Esperanza, la Esperanza que Mi Hijo promete en Su pronto Retorno; la Esperanza, llena del Amor de Dios y de la vida, que renovará la faz de la Tierra, que liberará a las almas del sufrimiento de una vez y para siempre.

Porque en verdad les digo, Mis queridos hijos, que cuando surja la Nueva Humanidad, bajo el preámbulo del Retorno del Señor, no habrá ni un alma en esta superficie a la que se le escuche su llanto, porque el llanto de las almas en la Nueva Tierra será de alegría.

Si ustedes supieran cuánto Yo los amo, les aseguro que llorarían de alegría; porque el Amor de Dios no solo es invencible, no solo es profundo, sino también es un Amor transformador; un Amor que les concede la Gracia y el Perdón, que les otorga en esta noche una amnistía espiritual a ustedes y a sus hermanos que escuchan, a todos los que en este día se hayan dirigido al Santo Sacramento de la Eucaristía. Será una amnistía plenaria que disolverá los errores cometidos hasta el presente y que les permitirá a sus ángeles de la guarda dar testimonio de este extraordinario evento ante Dios.

Así, como les dije ayer, Mis hijos, los Altares de Dios hoy están abiertos; porque las puertas fueron abiertas por los santos ángeles del Señor, para que las ofrendas de reparación y de reconciliación de las almas sean depositadas honestamente ante el Señor; y así juntos, Mis amados hijos, aspiremos e invoquemos un buen año 2024, un año sin guerras, sin conflictos ni divisiones, un año en el que prevalezca el Amor.

Y así, ese Amor es el que renovará al mundo si las almas se unen a la esencia del Amor de Dios y se reconocen como Sus Hijos, los Hijos de la Fuente.

Esto permitirá, queridos hijos, que más almas en el mundo que están perdidas sean contempladas por la Misericordia y no por la Justicia; porque como así Yo les dije, Mis queridos hijos, Yo les deseo el bien a cada uno de ustedes y a sus familias, un bien mayor que les permita comprender la realidad, esta realidad del final de los tiempos.

Pero atención, Mis pequeños, no observen la realidad del mundo con temor o con miedo. A pesar de que es una realidad aterradora y triste, necesito que las almas despiertas, a través de la oración del corazón, se decidan de una vez y para siempre a ser puentes entre el Cielo y la Tierra, a ser mediadoras del verbo orante ante todas las causas imposibles que, con la intervención de la Divina Madre, no serán causas imposibles, sino serán soluciones posibles para todos.

Mi segundo pedido, en esta noche especial, es que invoquen la paz con más fuerza; y que sus actos, palabras y acciones sean de paz, para que la paz pueda ser recibida no solo por las almas que más la necesitan, sino también pueda ser acogida por aquellos lugares que han sufrido la guerra, el conflicto y la destrucción física de los espacios; que la paz pueda renacer en los corazones más sedientos.

Y ustedes, Mis queridos hijos, que han sido tan llenos de Gracia, al igual que su Madre Celeste, sean precursores de la paz y crean en esa paz, adentro ustedes y después afuera de ustedes. Así, la vida no será un sufrimiento, sino que la alegría emergerá de ustedes y de sus hermanos, por estar respondiendo al Llamado de Dios.

Mi tercer y último pedido es que, a través de la Santa Eucaristía que enseguida celebrarán, tengan muy presente a todas las huestes celestiales, que en esta noche ofrecen el Santo Sacramento y que abren todos los Sagrarios de la Tierra, para que la Luz poderosa de Cristo colme y bañe al mundo entero por medio de Su Amor y de Su Misericordia reparadora.

Que esta sea, para ustedes, la verdadera celebración de fin de año que una vez más tengan la dicha de vivir el Sacramento Eucarístico con Mi Hijo.

Deberían meditar y sentir en sus corazones lo que significa para el Reino de los Cielos que en cada día se celebre el misterio del Amor de Cristo, a través de la Comunión, y todos los méritos salvíficos y redentores que las almas reciben a través del Sacramento.

Por eso, hijos Míos, en este final de los tiempos, no vivan la Comunión como algo normal; que sus almas se exalten con júbilo y alegría por poder confirmar a Cristo en ustedes, como símbolo y señal de esperanza para el mundo entero.

Así, sus pequeñas almas y sus pequeñas esencias podrán ser ese gran espejo que se refleja en la Tierra, para que los códigos y los méritos de la Pasión del Señor enmienden todos los errores del mundo y les concedan la redención a las almas que ya se condenaron.

Con especial predilección y amor, Mis hijos, acompañaré esta Sagrada Eucaristía que hoy oficiarán en nombre del Señor. 

Así, su Santísima Madre, la Reina del Cielo y de la Tierra, la Humilde Esclava del Señor, la Intercesora entre los corazones y Dios, podrá elevar junto con los santos ángeles y los ángeles de la guarda todas las ofertas, para que en el mundo se alcance la paz y el fin de la guerra, no solo de la guerra física, sino también de la guerra en las familias.

Porque Mi deseo ardiente, Mis hijos, es que cada uno de los miembros de sus familias y de las familias del mundo pueda reencontrar en su mundo interior el Amor de Dios, que los salva y que no los castiga, que los libera y que no los condena, el Amor que los ama tal cual son y que los impulsa a la transformación de la vida y del corazón.

En esta noche especial, en la que se cierra un ciclo y comienza otro nuevo ciclo, aspiremos a través de la Celebración Eucarística a que todas las almas, especialmente las más perdidas en el mundo entero, alcancen la Gracia de la Misericordia en este próximo 2024.

Les digo y les pido que tengan fe, porque Mi Inmaculado Corazón triunfará.

Así, los bendigo para el próximo año y les consagro cada uno de sus pasos, los pasos que deberán dar al encuentro de Cristo, Nuestro Señor, siguiendo las huellas de Luz del Gran Maestro.

Que sea un año, un nuevo año, de más Gracias y Misericordias para todos. Mi oración perpetua está presente incansablemente por esta causa.


Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:

María ha sacado el Inmaculado Corazón de Su Pecho, en este momento, colocándolo sobre la palma de Su Mano derecha. Se lo ofrece a cada uno de nosotros como un Corazón Ardiente en amor, en Gracia, en servicio y en piedad por las almas.

Oremos, renovando nuestros votos para este próximo 2024 y tomando para nosotros mismos al Inmaculado y Ardiente Corazón de María, que arde en amor por las almas y las familias del mundo.

Santa Madre, agradecemos Tu Presencia aquí entre nosotros y en el mundo entero.

Acepta nuestra vida tal cual es, imperfecta, llénanos con la fuerza de Tu Amor para que podamos concretar las aspiraciones de Tu Amadísimo Hijo, Jesucristo.


Inmaculado Corazón de María,
fuerza, luz, protección y esperanza,
en Ti nos renovamos, a Ti nos consagramos
para que seamos testigos, ahora y siempre,
del triunfo de Tu Inmaculado Corazón
en toda la humanidad.

Amén.
(3 veces)


La Madre Divina está sonriendo, porque nos dice que Ella nos dio Su Corazón, y ahora nos pide que le demos nuestro corazón, y que no tengamos miedo porque no vamos a perder la vida, porque dijo que si le entregamos nuestro corazón tendremos vida en abundancia.

En el silencio de nuestro corazón entreguémosle el corazón a María, así como Ella nos lo entregó. Y así, nuestro corazón y el Corazón de María se funden en un solo Corazón, y recibimos de la Divina Madre el don del entendimiento, el don de la paciencia, el don de la fe, el don del perdón, el don de la cura, el don de la paz, el don de la unidad y el don de la redención.


Les agradezco por responder a Mi llamado.

Recuerden Mis tres pedidos.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.