Jueves, 29 de marzo de 2018

Sagrada Semana
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN EL QUINTO DÍA DE LA SAGRADA SEMANA, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

He aquí el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo celebrando este momento con la humanidad y con todos los pueblos de la Tierra.

He aquí Quien ha dado origen a lo creado.

He aquí el Hijo que padeció por ustedes.

He aquí el Espíritu Santo que descendió en Pentecostés para traer al mundo la Gracia de Dios.

Están delante del Misterio de los Cielos, de la revelación de la Santísima Trinidad presente en sus tres personas, para testimoniar al mundo que aún se debe cumplir la Voluntad de Dios, hasta el fin de los días.

Escuchen ahora la Voz del Padre:

Yo Soy el principio y Soy el fin. Quien vive en Mi, Yo vivo en él y nunca, nada le faltará.

Pido al mundo que escuche la Voz del Padre y que la haga propia en sí mismo para que germinen las semillas de Su Reino.

Queridos hijos de Mi Creación, no olviden el Propósito. Todo tiene una finalidad para Mí y a ustedes les restará cumplir Mis designios, para que toda la Creación los bendiga y haga de este tiempo un tiempo de Justicia, en el que todo deberá ser reparado.

Escuchen la Voz de Aquel que dio origen a todo y que nace de una Fuente Inmaterial, la que esparce rayos por todo lo creado, para que las Virtudes divinas se cumplan en todos los planos y en todas sus manifestaciones.

He venido junto a Mi Hijo para revivir este momento, en donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se hacen pequeños en la Eucaristía y se dan a las almas, infinitamente.

Que el mundo corrija sus caminos para ser merecedor de la Misericordia del Altísimo.

Que recapaciten las consciencias y asuman la misión que han venido a cumplir en esta Tierra, porque así el Plan descenderá y no quedará solamente en los Universos Superiores. Ustedes deben ser testigos, hijos Míos, de este Plan. Y eso, primero comenzará en ustedes, con la transformación de sus vidas, con la consagración de sus almas, con la elevación de sus espíritus.

Así como vine a Moisés, hoy vengo a ustedes, para reunir a Mis tribus sagradas en los cuatro puntos de la Tierra y prepararlas para el gran momento del retorno de Mi Hijo.

Que las almas sean dignas de este momento y que reciban al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como una bendición, para que este planeta cuente con sucesores del Proyecto de Dios, porque aún es necesario que Mis designios se cumplan en todas las razas y en todos los pueblos. Aún tengo designios importantes para las almas, para todo lo que debe cumplirse en este mundo. Vivan este momento como el último y háganlo parte de sí, en esta Comunión Trina con el Único.

Queridos compañeros, Mi Padre quisiera decirles muchas cosas más. El mundo debe escuchar, y no temerle a la Verdad, porque aún hay tiempo para convertirse y realizar en la vida de cada ser el principio del Propósito de Dios.

Sientan la insondable Presencia del Espíritu Santo y cómo el Santo Espíritu emana Su infinita realidad haciendo a las almas partícipes de esta Comunión Trina. Hoy, no solamente el Hijo se entrega al mundo, sino también el Padre y el Espíritu Santo.

Sabemos que nadie comprenderá lo que esto significa, porque así como en este día todo sucede en el Cielo, también todo sucede en la Tierra. Y uniendo los tiempos de Dios se establece una condición especial en el espíritu, en la mente y en los cuerpos.

Tienen que saber que núcleos más profundos están siendo trabajados, porque mientras el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están aquí, el mundo entero estará siendo ayudado para su proceso de redención en los próximos tiempos.

Hoy, el Hijo Amado ha venido con el Padre y el Espíritu Santo, para volver a instituir Su Legado en la Tierra, y de esa forma, renovar los tiempos y las consciencias con el sagrado oficio de la Eucaristía.

Benditos sean los que revivan hoy la Pasión de Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar, porque de año en año más almas despiertan y la ignorancia humana se va debilitando, porque reina el Amor de Dios y Su Presencia en los corazones.

Quisiera, detrás de los sacerdotes, a todas las madres de esta Orden. A los pies de este escenario, a todos los consagrados del monasterio. Después de los consagrados, a los adoradores y por último a las auxiliadoras de Mi Divina Misericordia.

Vengo, en este día, a expandir definitivamente Mi Obra en el mundo. Sé que tampoco sabrán lo que eso significa, porque es muy inmadura. Solo coloquen Mis designios en sus corazones para que su Maestro pueda obrar en este tiempo y en la humanidad.

Quisiera que todas las madres tuvieran una vela encendida para estar en vigilia Conmigo, en este momento.

Hemos llegado a un momento definitivo en la humanidad en este Jueves Santo, pero también llegamos al comienzo de un nuevo tiempo, en donde todo se desatará.

Quisiera ahora a los sacerdotes alrededor de esta mesa.

Dos vasijas de agua, dos jarras y dos paños.

Hoy, el Hijo se ofrece de nuevo ante el Padre y el Espíritu Santo en este Sacrificio y viene a testimoniar, nuevamente, el legado de Su Pasión por intermedio de este ejercicio espiritual, en donde las almas aquí presentes y las almas del mundo participarán de este Sacramento Espiritual.

Incienso.

Bendeciremos esta mesa así como Dios lo manda, de esta forma, los ángeles transustanciarán los elementos y las consciencias que estén abiertas para recibirlo.

Quien no pudiera estar de pie se puede sentar, pues descenderá una potente energía.

Padre del Amor y de la Misericordia, que hoy estás presente junto a Tu Hijo y Tus hijos en la sagrada compañía del Espíritu Santo. Bendice este momento y este lugar, así como a todos los que participan de este momento, dando honor y gloria a Tu Presencia Infinita, como un acto de reparación, de reconciliación y de perdón por todos los pecados del mundo cometidos hasta el presente.

Que Tus Manos, Padre, santifiquen todo lo que has creado, a imagen y semejanza de Tu Amor. Y que esta agua derramada hoy, eleve a las consciencias en profunda comunión con la donación de Mi humilde Corazón. Amén.

Aceite.

Hoy, el Señor bendice el aceite con el cual será ungido espiritualmente por Sus hijos, para que las Llagas del Señor sean cicatrizadas después de Su profunda agonía y martirio, antes de que Él resucite, el Domingo de Pascua. Será ungido por Sus hijos como un símbolo de expiación.

Hoy, Mis discípulos Me ofrecen el agua con la cual su Maestro y Pastor lavará Sus Manos para esta cena, a fin de que se borren los pecados en todo el mundo, para que triunfe el Amor de Dios.

Mientras el Señor se lava, también repara y alivia sus corazones, trae la paz y la alegría de servir y encomienda a Sus discípulos al Reino de Dios; y trae la cura para el alma, el gozo de vivir en Mí y de estar junto a Mí en este propósito.

Llegó el momento del Sacrificio del Hijo del Hombre, cuando Él se hace presente en el pan y en el vino, testimoniando así el Universo de Su Amor por todas las criaturas de Su Padre.

En aquel tiempo y antes de ser entregado Me reuní con los Míos; tomé el pan, lo elevé a Dios y di gracias. Y descendió la Santísima Trinidad. Lo partí y lo volví a colocar en la cesta. Les dije a los apóstoles: “Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes, para el perdón de los pecados”.

Acabada la Comunión con Mi Cuerpo, su Redentor tomó el Cáliz, lo elevó, dio gracias a Dios y dijo: “Tomen y beban todos de Él, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por su Maestro y Señor en expiación de las faltas”. Y mirándoles a los ojos les dije: “Hagan esto en Mi memoria hasta el fin de los días, hasta que Yo retorne al mundo por segunda vez. Tomen y beban del Cáliz de la santidad”.

Que la preciosa Sangre los lave y que el Espíritu del sagrado cordero los colme, para que no sientan que algo les falta, sino que estén colmados del Espíritu de Dios.

Y así, el Señor sella esta Eucaristía entre hermanos y consciencias al servicio de Dios.

Repitan ahora la oración del ángel de la Paz:
 


Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo,
presente en todos los Sagrarios de la Tierra
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón
y del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén.
 

Hoy, el Señor lleva en Su Corazón la oferta de Sus hijos.

El Padre recoge en este momento, el amor de Sus criaturas, haciendo solemne este legado que el Cordero de Dios les entregó, en memoria por todos Sus méritos, por todos Sus padecimientos, haciendo triunfar la poderosa Sangre de Jesús y la sublime Eucaristía en los corazones del mundo.

Hoy quiero que celebren esta Cena, no como una agonía, sino como una victoria, porque Su Señor ya padeció por ustedes. Él ha resucitado y viene a dar testimonio de Amor al mundo.

Mientras los ángeles aquí, están presentes, que sus voces se eleven en alabanza y en gloria, haciendo vivo este recogimiento en unión al Sagrado Corazón, como una sola voz.

Para este día he escogido una canción que atrae hacia la Tierra las Gracias de Dios, como una lluvia incesante. Me refiero a “Lluvias de Amor”.

Pongámonos de pie, para que sea el Padre quien sienta el amor de Sus hijos y para que Su confianza esté nuevamente en este planeta.

Yo los bendigo en esta noche de paz, en este día de júbilo, en esta tarde de misericordia.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos pueden tomarse de las manos.