Viernes, 19 de febrero de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hermana Lucía de Jesús: Debido a una fuerte tempestad, no fue posible ir al Centro Mariano de Aurora para la Aparición de San José, y nos reunimos para recibir Su mensaje y el de María, de forma reservada, con algunos hermanos del monasterio.

la oración, San José nos fue llevando a diferentes lugares de Medio Oriente, mostrándonos situaciones de mucho sufrimiento que Él aliviaba por los méritos generados mientras orábamos.

Él apareció junto a María, nos mostró a los misioneros trabajando en Turquía. Ellos estaban en una actividad simple, solo conversando con algunas personas, y vi que, junto a esas personas, había muchas almas ligadas a sus familias y a sus amigos que no consiguieron huir de la guerra; por eso, padecieron situaciones de sufrimiento y ahora estaban ahí, pidiendo ayuda. San José conducía a esas almas, que estaban perdidas, para que cruzaran una puerta luminosa que había detrás de Él.

Vi también en ese lugar, además de algunos niños en el plano físico, muchas almas de niños que habían desencarnado en el camino del desierto, mientras emigraban, de frío o incluso por la guerra en sí. Llegaban hasta allí buscando auxilio y, por el amor de los misioneros, San José podía rescatar sus almas. Él iba sustituyendo las experiencias de sufrimiento que ellos vivieron por experiencias de amor, por medio del simple auxilio que les brindaban los misioneros.

Después de un tiempo, San José nos entregó Su mensaje diario.


Lo que parecería el fin y el ápice del sufrimiento, de la angustia y de la frustración de la vida, como lo son el exilio y la guerra, puede transformarse en el principio de un gran aprendizaje de amor.

Por más que no quisiéramos que la humanidad padeciera el sufrimiento, que es el fruto de sus propias acciones, de la ausencia de fe y de no buscar a Dios, ahora solo nos resta conducir lo que los seres viven, para que, de experiencias a veces tan atroces, pueda surgir un aprendizaje de amor y de perdón, y el corazón humano aprenda lo que, de otras formas y por otras vías, no puede aprender.

El triunfo del amor siempre es una posibilidad para el corazón humano, pero ya no podemos detener la Justicia Divina, y sus primeras señales son visibles para todos.

Por el servicio, hijos, y por el descubrimiento de la caridad crística, caridad que contiene en sí una meta de cristificación, un Principio Divino, estamos intentando reconducir a las almas cuyo destino no sería otro sino la perdición y la oscuridad absoluta.

El Corazón de Dios es herido día a día por las elecciones de la humanidad, pero el Creador, que es la propia Ley Superior, no puede ser de otra forma sino justo.

Delante de lo que ustedes escogieron vivir como escuela de redención en la Tierra, tanto los Mensajeros Divinos como los Santos y Bienaventurados que trabajan, en los niveles del espíritu, para la concretización de los Planes de Dios, estamos atentos y con los ojos y los corazones fijos en la humanidad, recogiendo cada pequeño mérito generado para interceder por los más necesitados, por los que menos posibilidades tendrían de salvación.

Lo que les pedimos es que, como parte de la humanidad y como parte activa del Plan de Dios en la superficie de la Tierra, intenten mantenerse firmes entre tantas tempestades y batallas internas; no bajen los brazos, no crean que el esfuerzo que hacen es suficiente, porque los seres humanos, en su mayoría, se entregan ante la potencia de las corrientes contrarias y prefieren ser llevados por ellas a nadar hasta que ya no tengan más fuerzas.

La Ley del Sacrificio debe crecer en las consciencias y en losbcorazones de los que se autoconvocaron para estos tiempos. Cuanta más consciencia tengan de la realidad planetaria, mayor debe ser el grado de amor, de sacrificio y de entrega de todos.

Ya no contamos con muchos soldados y, entre los que levantaron sus manos para formar parte de este ejército, pocos son los que verdaderamente vencerán el temor para estar en la línea de frente de esta batalla por el triunfo del Bien y de la Paz.

Decimos que es una batalla, hijos, porque ustedes necesitan luchar permanentemente para vencer las influencias del caos dentro y fuera de sus seres; para perseverar en la Ley del Amor, de la Renuncia y de la Entrega todo el tiempo; para que no sean vencidos por la desesperanza cuando estén delante del sufrimiento; para que no sean vencidos por la indignación cuando estén delante de una atrocidad; para que no sean vencidos por el rencor o por el miedo cuando estén delante del reflejo de las acciones de la oscuridad en el mundo.

Esta es una gran y verdadera batalla que deben llevar adelante hasta el fin de sus días, porque no todos tendrán la Gracia de ver el Sol de Dios que volverá a brillar en el horizonte, en el resplandor de Su Hijo. Sin embargo, aún así les cabrá entregar hasta la última gota de sudor o hasta la última gota de sangre, como nos enseñó Cristo cuando estuvo como ejemplo vivo entre los hombres.

Al llegar a sus consciencias, el mal debe ser convertido. Una información de terror, de dolor o de sufrimiento, que impregna la consciencia humana, al tocar la consciencia individual de cada autoconvocado, no puede crecer ni multiplicarse como sucede con el común denominador de la humanidad. Ustedes deben ser transformadores activos de los códigos del mal; deben convertir el rencor en amor, en paz, en fraternidad; deben convertir el sufrimiento en sacrificio consciente para la elevación y la cristificación de la raza. Esa es la verdadera escuela del amor y de la redención en la Tierra.

¿Cómo aprenderán a vivir el amor de otra forma, si no es así? El Amor Crístico es aquel que da la vida por sus amigos y, de igual forma, la da también por los enemigos; es el amor que ama a todos como a sí mismo, como ama a Dios.

Los méritos de sus transformaciones serán entregados por la salvación y por la redención de todo el universo y no solo de unos pocos. Ustedes deben actuar por amor al Plan de Dios y, en el amor al Creador encontrarán el amor por todo lo que fue creado.

Aprendan, hijos, a redimensionar los acontecimientos y sus vivencias; que un ataque de la oscuridad para destruirlos y causarles daño sea motivo de perdón, de fortaleza, de unidad.

Si están delante de alguien que vivió algo que no puede perdonar, ante semejante terror y dolor vividos, coloquen allí una experiencia de amor.

Oren sin cesar para que las puertas del Cielo se mantengan abiertas y para que podamos seguir intercediendo por este mundo.

Agradezco a todos los que perseveran de corazón. Cuando ya no tengan más fuerza y sus límites sean superados, encontrarán la Gracia de ser sustentados por Dios y no por sí mismos; por eso los animo a seguir siempre adelante.

Aquel que los ama,

San José Castísimo