Viernes, 28 de julio de 2017

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Cuando los Centros de Amor fueron creados por Dios en el interior del planeta, como Reinos Sagrados semejantes a las dimensiones divinas, fue para que la humanidad recibiera impulsos espirituales constantes para reencontrar el Plan divino y su origen celestial.

Los Centros de Amor, que existen espiritualmente en los niveles invisibles del planeta, son el símbolo de la Humildad de Dios y de Sus Compañeros quienes, en silencio y casi en el anonimato, sirven a la humanidad a pesar de la indiferencia humana.

Los Centros de Amor son el símbolo de la esperanza divina que nunca deja de dar una nueva oportunidad a Sus criaturas, para que ellas se curen, despierten y alcancen la redención.

Los Centros de Amor existen más allá de la ignorancia humana y perseveran en el planeta, a pesar de su indiferencia.

Cuando el Creador inspiró la manifestación de las Comunidades-Luz, fue para extender esta Gracia, que era casi invisible para la humanidad, hasta los niveles materiales. Pero, para que esa dádiva sea una realidad, es necesario, hijos, que en las Comunidades-Luz, así como en los Centros de Amor, existan consciencias dispuestas a vivir la entrega, el sacrificio y el constante servicio, por amor a los demás.

Es necesario que existan, en la superficie del planeta, consciencias que sepan adaptarse al cambio permanente del Universo acompañando los ciclos de la humanidad; para que puedan contar con las herramientas que necesitan, no para su propia comodidad, sino para servir a los que llegan y a los que llegarán, cada día, en busca de un auxilio espiritual e interior.

En los Centros de Amor se vive la renuncia permanente, porque allí no existen ideas personales ni pareceres propios; allí existe el Plan de Dios como Ley, y ese Plan, hijos, se adapta cada día a la necesidad humana, para que las almas tengan más posibilidades de encontrar a Dios y de fortalecerse para vivir pruebas mayores.

Así deben ser las Comunidades-Luz: Espejos de los Centros de Amor que las amparan, de los Reinos Espirituales que las sustentan; para que la Gracia de Dios se extienda a todos los seres y Su Manantial de Misericordia no termine, sino que sea inagotable.

Hijos, los tiempos dictan que las almas se abran al servicio y al cambio constante. Que la prioridad en la vida de los compañeros de Cristo sea el servicio a los demás, la posibilidad de que el otro encuentre espacio para vivir su redención y que las almas se sientan acogidas, independientemente de sus condiciones, para que sean curadas y se reencuentren con Dios.

Los Centros de Amor pueden extenderse hacia la superficie del planeta siempre y cuando las almas se renueven y se dejen transformar por el cambio de los tiempos. La nueva humanidad es aquella que sabe vivir en el flujo del Universo y soporta, constantemente, los impulsos y las corrientes celestiales que vienen para la transformación y la consagración de la existencia humana.

Hijos, aspiren a ser prolongaciones de la vida espiritual e invisible del planeta. Todo comienza con el primer paso, que es la vivencia de la fraternidad y la obediencia incondicional a la Ley de la Jerarquía. Que lo Sagrado encuentre el camino, por intermedio de sus almas, para llegar a la Tierra.

Yo los inspiro y les agradezco por dejarse moldear y transformarse, por permitir que la vida se renueve, para que la humanidad reconozca el nuevo tiempo, mediante aquellos que se dicen apóstoles y servidores de Cristo.

Que el Plan no se estanque y que siga adelante. Que el Reino de Dios, espejado en el interior del planeta, se refleje a través de Sus hijos en la superficie de la Tierra. Así, el Plan se cumplirá y todas las dimensiones de la vida reencontrarán lo Sagrado y la Unidad con Dios.

Para que Mis palabras se manifiesten, esfuércense y no sean un peso en la transformación humana. Déjense quebrar, moldear y conducir. Yo los animo y los guío siempre.

Aquel que se dejó transformar por Dios, vuestro Padre y Compañero,

San José Castísimo