Domingo, 4 de septiembre de 2016

Mensajes mensuales
MENSAJE ESPECIAL DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO, TRANSMITIDO PARA LA 38.ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA, EN LA CIUDAD DE BELO HORIZONTE, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Que la Paz esté en sus corazones para siempre. Adoremos a Dios porque es Él que permite la manifestación de esta Gracia.

Pidan perdón a Dios por sus ofensas para que Su Hijo lleno de Misericordia esté en Gloria entre ustedes.

Oración: Padre Nuestro

Mientras extiendo Mis Brazos hacia ustedes, compañeros, Mi Corazón se expande en sus vidas trayéndoles nuevamente la Ley del Amor, para que la recuerden y la vivan en los tiempos que llegarán.

Me agrada ver a sus corazones abiertos para recibirme. Mi Espíritu se aproxima a todas sus consciencias para bendecirlos nuevamente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que esta bendición se multiplique en todos aquellos que la necesitan.

Sean Mis Apóstoles del nuevo tiempo y retransmitan Mis impulsos de Luz al mundo.

En sus almas encuentro la caridad y el servicio, la verdadera plenitud en la que Dios se puede expresar a través de cada pequeña acción de Sus hijos.

Vengo aquí para impulsarlos a seguir adelante, porque en estos tiempos, compañeros, la Gracia de Dios será su fortaleza y la victoria se dará en cada uno de ustedes cuando sus corazones Me vivifiquen aún más de lo que ya Me vivifican.

Me han adorado y Me han contemplado en el Santísimo, y Mi Corazón fue reparado por ustedes y por la Gloria de Dios, del Hijo y del Espíritu Santo.

Yo vengo a traerles aquí, compañeros Míos, lo que Me han dado con tanto amor durante este último tiempo. Los adoradores de Mi Corazón misericordioso, a través de la Santa Eucaristía, son imprescindibles en estos tiempos.

Podrán ser depositarios de Mi Luz, cada vez que Me contemplen en el Santísimo Yo podré depositar en sus corazones todas las Gracias, que no pertenecerán a ustedes sino a los que más las necesitan. Así Yo los invito a ser Mis mediadores entre el Cielo y la Tierra como lo han hecho en estos últimos meses.

Un hilo de Luz se establece entre Dios y la humanidad cuando las almas adoran a Mi Corazón. La reparación se vuelve más profunda en el espíritu y en el alma de cada ser, y cada consciencia puede encontrar su camino a través de cada ejercicio de adoración.

Los adoradores son el epicentro de Mi Energía Crística. En esta humanidad aún existen, compañeros, muchas consciencias, muchas almas devotas que adoran a Mi Corazón de Luz.

Y es esa adoración, perpetua y permanente que Me permite estar presente hoy entre ustedes. Yo vengo a dar oficio a vuestra sagrada tarea para que continúen adelante sustentando este Proyecto de Dios que cada uno es llamado a vivir en este tiempo.

Es por eso que hoy, compañeros, les traigo Mi Corazón misericordioso a través del símbolo del Santísimo Sacramento, Luz poderosa de Dios, solar e infinita, que penetra en todas las almas del mundo y, especialmente, en todos aquellos que contemplan el poder del Corazón del Hijo de Dios. En ellos está Mi Reino, y así Mi Reino está en el mundo, a pesar de toda la adversidad.

Que sus corazones hoy se pacifiquen mucho más, porque Mis códigos de Luz del Universo vienen a depositarse en sus consciencias. Crean en esto porque es verdad y lo verán en poco tiempo.

Si sus almas se animaron a contemplarme en el bendito Santísimo, ¿qué más podrían hacer por esta humanidad tan perdida?

Que sus ojos no dejen de mirar a Mi Corazón a pesar de la adversidad que los rodea, de las prueban que lleguen, de los desafíos que puedan vivir en estos últimos tiempos.

Crean que Yo estoy presente en el Santísimo emitiendo impulsos de Luz para las consciencias, que se retransmiten en consecuencia a toda la humanidad.

Hoy no vengo a batallar con el mal, hoy vengo, queridos compañeros, para que entremos en adoración, en unión al Infinito, al Único, que se hace presente a través de Su Hijo Amado. Vengo a establecer en ustedes un Templo de Luz que se construye en cada nueva adoración.

Tal vez no comprenderán el misterio de observar al Santísimo, pero adoren, adoren Mi Corazón Misericordioso, porque Él está muy lleno de Gracias y muchas almas las rechazan por estar mirando otras cosas, mirando las adversidades del mundo, el descontrol, el pecado capital, que desbordan de los corazones que se pierden en la ilusión de la humanidad.

Busquen la unión con Mi Corazón y Yo les daré siempre la paz, y la paz estará en sus hogares, en sus familiares, en cada lugar donde se encuentren. Porque si sus corazones adoran a Mi Corazón en el Santísimo, serán pacificadores en el Nuevo Tiempo, los apóstoles de la última hora que se postulan para ingresar en las filas de Mis ejércitos que ayudarán en la transición de esta humanidad.

Sé que están sintiendo muchos misterios; ámenlos, adórenlos, vívanlos y después comprenderán.

Adoren a Mi Corazón en el Santísimo para que sus códigos viejos puedan cambiar y Yo pueda verter en cada uno de ustedes los Códigos de Dios, del Reino Celestial que quieren estar cerca de cada una de Sus criaturas.

Adoremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque la Santísima Trinidad está presente en este momento a través del Corazón de Su Amado Hijo. Sientan cómo Mi Corazón puede vivir en ustedes.

En el silencio de la oración pidan por lo que más necesitan, pidan por sus semejantes, pidan por todos los que viven la consagración y están en su transición.

Pidan por los que Yo he llamado para servirme, para que Mi Corazón no sufra la incomprensión de Mis Apóstoles.

Pidan para que Yo esté presente en los que los instruyen, porque es de vital importancia para no salir del camino y quedar ciego por su propia luz.

Pidan para que Yo pueda estar más tiempo. Por eso he venido aquí, compañeros y adoradores, porque sé que lo pueden pedir cuando sus almas se abren para reconocer la Voluntad de Dios a través de Su Hijo.

Pidan que el Cielo descienda a la Tierra para que la oscuridad pueda disiparse y que triunfe Mi misericordioso Corazón en todos los que están caídos y están ciegos de espíritu.

Pidan para que Mi Paz esté entre ustedes y en sus hermanos.

La Justicia que llegará al mundo será muy grande y pocos la soportarán.

Mientras se purifican, amigos Míos, adoren a Mi Corazón y Yo los aliviaré en el Santísimo. Porque en el silencio de una buena adoración se encuentra Mi Madre, se encuentra Dios y los santos ángeles del Cielo que adoran perpetuamente a la Santísima Trinidad.

En estos tiempos, amados Míos, imiten a los ángeles del Universo, sean semejantes a ellos y así atraerán al mundo la paz, porque en él la paz ya se está acabando, debido a que el mundo prefiere vivir su propia voluntad y no la Voluntad de Dios.

Si ustedes Me adoran, Yo podré contemplar a los que más Me necesitan, y seremos una sola Fraternidad, una Sagrada Familia que responde, en el fin de los tiempos, al último llamado de Dios.

Pidan por todos lo que sufren las acciones de Mi adversario.

Pidan por aquellos que están en la oscuridad y que obran a través de ella.

Pidan por las almas, para que puedan despertar antes de Mi retorno al mundo.

Este momento, compañeros, es un tiempo de preparación y aún seguirá por un tiempo más, hasta que llegue el último día, el último día del planeta, antes de la Nueva Humanidad, y eso no está lejos.

Quien vive en Mi Corazón sabe que todo sucederá y que lo que el Hijo de Dios dice es Verdad y es Ley.

Hoy he traído los ángeles del Cielo, una parte de los Elohim, para que reciban de sus corazones y almas todas las súplicas.

Adonai está escuchando. En el silencio del corazón se dictan los verdaderos enunciados, la voz del alma se hace presente en unión al Padre Celestial.

Hoy he venido aquí no solo para estar con ustedes, sino con el mundo y para pedir junto con ustedes al Padre del Universo por este proyecto de la humanidad que aún debe cumplirse en la vida de cada ser.

Mientras Yo les hablo, sus corazones se liberan y sus almas pueden sentir el alivio del Reino de Mi Paz. El Verbo divino se hace presente en los espíritus para encender la llama del corazón que alumbrará el fin de los tiempos como un precioso sol que cada uno de ustedes es.

Entonaremos, a pedido del Maestro, “Adonai, Espíritu Santo” por algunas veces haciéndolo en ofrecimiento a los ángeles, a los Elohim.

Recuerden, qué hice por ustedes hace dos mil años, recuerden que me senté en el suelo y no en una mesa, en un suelo de tierra, en la simplicidad de Dios para celebrar con los Míos la última y sagrada cena. Recuerden ese momento y vívanlo como si fuera hoy.

Agradezco el amor de su devoción, pero ingresen con sus consciencias y aún más con sus corazones a ese bendito momento en el que el Hijo de Dios se entregaba por ustedes para salvarlos en este día.

Cuando los ángeles descendieron al pobre suelo de la última cena, María Santísima con Sus discípulas, como también algunos de ustedes, entraron en adoración y dijeron “sí” para vivirme en este tiempo.

Recuerden la hora en que Yo ofrecí a Dios este mismo pan y este mismo vino que hoy ofrecen al Creador. En este pequeño misterio del pan y del vino santificado se encuentra el amor, en algo tan insignificante pero muy grandioso como la comunión con el Hijo de Dios para reparar todas las faltas y todo lo cometido, todas las ofensas y todos los pecados que las almas viven por su ignorancia al ser perseguidas por Mi adversario.

Adoren el momento en que vuestro Maestro y Pastor de todos los rebaños del mundo, y a través de todos los tiempos se viene ofreciendo en la Sagrada Eucaristía para que las almas, finalmente, encuentren a Dios y vivan en Él.

Tomé el pan y dije, compañeros: “Padre, que este sea Mi Cuerpo para salvar a todas las almas y liberarlas del mal en honor al triunfo del amor y de la sagrada unidad de Tu Corazón Altísimo. Comulguen, apóstoles Míos y vívanme”.

Del mismo modo tomé el cáliz y dije: “Padre, que esta sea Mi Sangre, la Sangre preciosa de la renovación y de la paz en todos aquellos que la beban, en reparación por todos los ultrajes a Tu Sacratísimo Corazón”.

Me ofrezco en esta cena para que las almas sean en Mí, en profunda adoración y reverencia, y así Yo pueda ser en ellas en cada punto del planeta para quien invoque Mi Nombre santo.

Y así, compañeros, sin ustedes percibirlo, en el centro de esta ciudad Mi Corazón triunfó y las puertas al mal se cierran para que las almas Me vivan verdaderamente.

Ustedes pidieron que Yo volviera aquí en su tarea de adoración y en cada momento de oración, y aquí estoy, amigos, para que nunca se olviden de Mí.

Canción: “Alabado sea Dios”.

Que esta Maratón, compañeros, sea dedicada para adorarme por todos los que no Me adoran, por todos los que no Me viven, por todos los que Me rechazan después de haber aparecido en sus caminos.

Reparen Mi Corazón y así Yo podré reparar al mundo, especialmente a los no nacidos que necesitan de muchas oraciones. Que en esta Maratón se enciendan sus espíritus y reine la alegría de estar en Dios, de servir a Dios y de sentirlo en lo profundo de sus corazones.

Les dejo el don de Mi Paz para que lo puedan trabajar todos los días y sus almas se transfiguren en el perfecto modelo que Yo espero para cada uno.

¡Les agradezco, adoradores, por responder a Mi convocatoria!

Su Maestro y su Rey,

Jesucristo